Permitan que me presente. Soy desieteanueve, segundo de a bordo de esta aventura catártica, este blog en el que deochoa8 y yo pretendemos liberar nuestros demonios, descargar las frustraciones acumuladas durante maratonianas jornadas de 11 y 12 horas en esta siniestra oficina. A éstas yo les sumo dos en metro, lo que explica mi nombre.
Levantarme, afeitarme, disfrazarme de traje y corbata, comer cualquier cosa a toda velocidad y meterme en el metro, rodeado de cientos de muertos vivientes (que, lamentablemente, huelen como tales), dar cabezadas sobre el libro de turno mientras trato de sacar la cabeza para respirar en cada estación... y llegar. Llegar. Cuando uno llega a los grandes descampados en las inmediaciones de nuestra siniestra oficina percibe un olor extraño, siente que el tiempo se distorsiona. Tras pasar el penoso atajo subterráneo que te escupe en las mismas fauces del lobo, sientes que estás atrapado. Miras al cielo, negro todavía, y piensas que estará igual de negro cuando salgas. Únicamente percibirás la luz del sol cuando fustigue tus ojos entrando a través de los grises e inútiles estores de la sexta planta. Con este pensamiento terminas de adentrarte, un día más. Y un día menos. Un día más de oficina, uno menos de vida. Estás dentro, y el único consuelo es que deochoa8 y tú compartís desgracia y, cuando es posible (muy a menudo), os reís de ella. En el fondo, casi cualquiera que lea esto también comparte oficina con nosotros. Con otro nombre, en otro sitio y con distintos grises, pero la misma al fin y al cabo. Y esperamos que también se ría de ella con nosotros, a pesar de lo lúgubre de este inicio.
Hablando de deochoa8, él es un viejoven de veintitantos, barba tupida y gafas de pasta. Lleva camisas rosas con gemelos y corbatas con delfines. Se queja, bebe té, hace dosporunos, cincosporunos y fotos, juega al fútbol y lee. Habla (con dicción ininteligible para el oído no entrenado) de rubias, de magdalenas de Proust, de ítems, de discos y de la gente. Y con esto último siempre mete la pata. Mete la pata tan a menudo que todos lo conocemos como 007. Además de la desgracia de la que hablaba más arriba, compartimos unos cuantos gustos, la mayoría de los prejuicios y casi todos los odios, lo que lo convierte en el compañero de fatigas perfecto.
Levantarme, afeitarme, disfrazarme de traje y corbata, comer cualquier cosa a toda velocidad y meterme en el metro, rodeado de cientos de muertos vivientes (que, lamentablemente, huelen como tales), dar cabezadas sobre el libro de turno mientras trato de sacar la cabeza para respirar en cada estación... y llegar. Llegar. Cuando uno llega a los grandes descampados en las inmediaciones de nuestra siniestra oficina percibe un olor extraño, siente que el tiempo se distorsiona. Tras pasar el penoso atajo subterráneo que te escupe en las mismas fauces del lobo, sientes que estás atrapado. Miras al cielo, negro todavía, y piensas que estará igual de negro cuando salgas. Únicamente percibirás la luz del sol cuando fustigue tus ojos entrando a través de los grises e inútiles estores de la sexta planta. Con este pensamiento terminas de adentrarte, un día más. Y un día menos. Un día más de oficina, uno menos de vida. Estás dentro, y el único consuelo es que deochoa8 y tú compartís desgracia y, cuando es posible (muy a menudo), os reís de ella. En el fondo, casi cualquiera que lea esto también comparte oficina con nosotros. Con otro nombre, en otro sitio y con distintos grises, pero la misma al fin y al cabo. Y esperamos que también se ría de ella con nosotros, a pesar de lo lúgubre de este inicio.
Hablando de deochoa8, él es un viejoven de veintitantos, barba tupida y gafas de pasta. Lleva camisas rosas con gemelos y corbatas con delfines. Se queja, bebe té, hace dosporunos, cincosporunos y fotos, juega al fútbol y lee. Habla (con dicción ininteligible para el oído no entrenado) de rubias, de magdalenas de Proust, de ítems, de discos y de la gente. Y con esto último siempre mete la pata. Mete la pata tan a menudo que todos lo conocemos como 007. Además de la desgracia de la que hablaba más arriba, compartimos unos cuantos gustos, la mayoría de los prejuicios y casi todos los odios, lo que lo convierte en el compañero de fatigas perfecto.
8 comentarios:
Una primera observación crítica: habéis escogido un diseño bastante poco sórdido...
Un diseño bastante aséptico, de hecho. Parece que en cualquier momento fuera a cruzar por la pantalla un enfermera con cofia y falda por debajo de la rótula.
Habéis perdido un lector.
¡¡¡¡Aitor, vuelve, que el contenido es bueno y promete ser mejor!!!!
Aitor.
Te has quedado sin bigotón.
¿Aitor era el del color? No, si al final va a tener razón
Bueno, esto es para no perdérselo: llego a mi despacho y la secre con la que lo comparto resulta que tiene unos pantalones de chándal (bien de pelotillas, por cierto)extendidos sobre el respaldo de una silla. Dice la tía que es que se los iba a poner esta mañana pero estaban aún mojados de la lavadora (¿que se los iba a poner esta mañana? yo cada vez entiendo menos...).
Hoy me siento un poquito más cerca de vosotros...
Nos escribes un post algún día?
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